Hoy se cumplen 50 años de la muerte del periodista, político, locutor y escritor Alberto Ravell Cariño. Doce años en prisión no impidieron que este yaracuyano fuera tras la democracia en Venezuela
Por: Patty Fuentes Gimón / diario TalCual
A sus escasos 15 años, ya vivía para la lucha política. Vigoroso, comunicador y alegre, Alberto Ravell Cariño era el arquetipo del periodista, locutor y escritor para quien la noticia era el comienzo y el fin de cada jornada.
"En su programa radial El espejo de la ciudad trataba de criar la conducta y el comportamiento del ciudadano de la democracia", manifiesta el economista Rafael Grooscors, quien tuvo la oportunidad de conocer al "viejo Alberto" durante su exilio en La Habana.
Su afán por hacer de Venezuela el país de las maravillas llevó a este yaracuyano, nacido en 1905, a prisión en dos ocasiones: la primera en 1920 cuando, junto a su padre Federico, se involucró en un alzamiento contra la dictadura del general Juan Vicente Gómez y estuvo detenido durante casi un año.
La segunda, en 1923, tras organizar en México nuevamente un plan para derrocar al dictador, pero fue sorprendido al entrar al país con documentación falsa, lo que lo llevó a pasar 12 años más tras las rejas en el Castillo de Puerto Cabello.
Al morir Gómez, en 1935, el también conocido como el "senador del pueblo" logró salir en libertad y dedicó los siguientes trece años a la actividad política a denunciar los problemas que aquejaban a los ciudadanos.
En 1946 fue electo senador por Yaracuy para integrar la Asamblea Nacional Constituyente, donde colaboró con la redacción de la Constitución de 1947, la primera verdaderamente democrática en la historia de Venezuela, pues reconoció el derecho de los venezolanos de participar de forma directa en la escogencia de sus gobernantes.
FORJADOR DE CIUDADANOS
No fue sino hasta 1946 que Ravell Cariño tuvo con Beatriz Elena Arreaza a Alberto Federico Ravell, quien pocos años después estuvo con su padre en el exilio en La Habana y en Trinidad. "Fuimos muy unidos porque lo acompañé durante sus 10 años de exilio después de que fuera derrocado Rómulo Gallegos y subiera al poder el general Marcos Pérez Jiménez. Fuera del país pasaba las 24 horas del día al servicio de los venezolanos. Muchas veces resolvía los problemas de los demás y se olvidaba de los suyos", recuerda con afecto Alberto Federico.
Grooscors conoció personalmente a Ravell Cariño en La Habana, en 1949, cuando, según dice, ya el luchador estaba orgulloso de su hijo. "Alberto Federico frisaba apenas los primeros tres años de su vida.
Una vez `el viejo’ me dijo con cierta ironía y complacencia: `Ya el muchacho se inscribió en el partido y ya sabe lo que tiene que hacer’", expresa entre risas.
Alberto Federico y Rafael Grooscors coinciden al destacar que Ravell Cariño era una persona muy jovial. "Fue un venezolano íntegro, con mucha pureza y honradez; súper alegre y abierto. Le gustaba regalar las cosas, no tenía apego por lo material. Como pasó tanto tiempo preso, no podía ver un pájaro en una jaula porque lo soltaba. En la cárcel se tragó todos los libros y salió hablando siete idiomas", describe su hijo y lamenta que el hecho de que fumara "como una prostituta presa" le arrebatara la vida en 1960, con tan sólo 54 años.
El economista, por su parte, reconoce que `el viejo’ era un hombre que hablaba "con mucha sensatez, entusiasmo, fe en el futuro y con la convicción de que era un forjador del nuevo ciudadano, de las grandes ciudades del desarrollo y de la Venezuela despegada hacia adelante y hacia arriba. Fue un gran optimista: en los peores momentos de la adversidad sabía reírse, dar la cara y la mano".
Su hijo relata que, después de que cayó Pérez Jiménez, unos sujetos hicieron estallar una bomba en su pequeña casa de Bello Monte. "Cuando agarraron a los delincuentes, mi padre fue hasta la cárcel donde estaban para llevarles ropa, ayudarlos y ocuparse de que los soltaran. Esa gente quedó ligada a nosotros durante muchos años; incluso, nos visitaban todas las navidades", añade.
Si lo regresáramos a la vida, Alberto Ravell Cariño fuera "un gran maestro que indicaría las causas de la desviación ideológica que llevaron al pueblo a cometer errores como la elección de Hugo Chávez como presidente y la conformación de un gobierno populista, demagógico, tramposo y, definitivamente, fascista", dice Grooscors, mientras que Alberto Federico considera que "se hubiera muerto otra vez de la desgracia que está pasando en este país".
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