Patty Fuentes Gimón
Foto: Saúl Uzcátegui
Giovanni Rodríguez murió a manos de su mejor amigo. Una pequeña discusión por diferencias deportivas terminó siendo una tragedia. El hombre de 32 años era fanático de Navegantes del Magallanes y su compañero de Leones del Caracas.
Después de que los melenudos vencieron al equipo valenciano en la final de la Liga Venezolana de Beisbol Profesional 2009-2010, los aficionados discutieron y se fueron a las manos hasta que el caraquista sacó una navaja y dejó sin vida a su amigo.
Este fue uno de los 17.600 asesinatos que, según el Observatorio Venezolano de Violencia, se registraron durante el año 2010. Muchos de estos homicidios son producto de la falta de reconocimiento en el país, pues la intolerancia política, religiosa, social e, incluso, ideológica, se ha hecho cada vez más frecuente en los venezolanos.
“Hoy en día, cualquier disputa puede convertirse en un hecho de sangre. Como el sistema de justicia no funciona en Venezuela, para muchos la única vía es la del ojo por ojo. Todo se resumen en un problema de convivencia ciudadana”, estima Luis Cedeño, coordinador de la ONG Paz Activa.
En el marco del Día Mundial de la No Violencia, que se celebra este domingo, el sociólogo asegura que las sociedades siempre han tenido dificultades para reconocerse y, más aún, en los países con altos índices de pobreza.
“Siempre hay una tensión dialéctica entre las clases, una lucha que no contribuye a construir el capital social, sino que resalta la dinámica del ganar-perder: si alguien gana, el otro tiene que perder”, señala.
Cedeño explica que la construcción del capital social se logra a través del reconocimiento del otro y de los niveles de asociaciones superiores.
“Debemos entender que todos somos válidos dentro de la sociedad y es importante que la gente cada vez esté más organizada. Mientras más relacionados estemos con lo que piensan los demás, tendremos mayor garantía de que disminuirán los niveles de violencia”, añade.
NO RENUNCIAR, SINO RESCATAR
“Celebrar el Día Mundial de la No Violencia tiene sentido porque ésta se ha convertido en un fenómeno que se ha generado por el aumento de la población, la aparición de nuevos problemas de convivencia y la ausencia de espacios para que haya una interacción de identificación y no de conflicto”, expresa Amalio Belmonte, secretario general de la Universidad Central de Venezuela.
El profesor afirma que, en el mundo entero, la violencia se ha hecho más presente en las ciudades que en las zonas rurales. En Venezuela, antes se sabía que la frontera y las ciudades más pobladas eran las más violentas. Ahora, está en todas partes.
“Sin mecanismos de comunicación, instituciones que resuelvan conflictos y espacios públicos para que la gente se reconozca, es más probable que haya violencia. El fenómeno es tan complicado de examinar que hay ciudades como Nueva York y Medellín que fueron violentas y ya no lo son, lo que indica que vivir en la ciudad no significa vivir en violencia, sino que depende de cómo esté planificada la urbe”, dice.
Para Belmonte, “Caracas es un ejemplo bastante exacto de lo que no debe ser una ciudad”, porque no hay espacios públicos, salvo los centros comerciales, ni hay una fortaleza institucional que permita dirimir los conflictos, lo que ocasiona que los ciudadanos traten de resolver los conflictos directamente.
“Además, la densidad poblacional de Caracas es muy alta. La promiscuidad y las propias fallas de los servicios generan agresividad y una especie de paranoia colectiva que tiende a la violencia. Esto tiene un agregado político que antes no existía y que divide a la ciudad en zonas. Los ciudadanos han sido expulsados del espacio público. Los dueños ahora son los delincuentes”, denuncia.
El secretario de la UCV recomienda, en vez de renunciar a los espacios públicos, rescatarlos a través de una acción combinada entre los vecinos, el sector privado, las alcaldías, gobernaciones y el Gobierno Nacional.