Patty Fuentes Gimón
Arube José Pérez Salazar recuerda con desánimo aquel 3 de abril de 2009. Al enterarse de que había sido sentenciado a 17 años y 10 meses de prisión, lo primero que le vino a la cabeza fueron los rostros de sus tres hijos. Tenía miedo de que los niños, quienes entonces tenían 17, 11 y 7 años de edad, se entristecieran tanto que prefirieran rechazarlo para siempre. Pero el padre se llevó una gran sorpresa.
“Yo les pedí que hicieran su vida, pero ellos se negaron y me dijeron que continuarían luchando conmigo porque estaban claros de cómo era mi trabajo. Me ofrecieron su apoyo y me aseguraron que iban a ser menos de 17 los años que pasaría en la cárcel”, relata Arube Pérez, mejor conocido como “Salazar”.
Han transcurrido casi ocho años desde entonces, lo que no suma ni siquiera la mitad de la pena. El ex cabo primero de la Policía Metropolitana, recluido en Ramo Verde por los sucesos de abril de 2002, cuenta que cuando llegó a la prisión tenía un varón y dos hembras; ahora, a sus 40 años de edad, tiene otra hija de 5 años, y una nieta de 3. “La del medio, de 15 años, es muy madura. Dice que no va a dejar de apoyarme porque sabe que soy inocente”, señala.
Su esposa, Lisy, expresa que esta ha sido una situación “bastante difícil”, porque ha tenido que asumir toda la responsabilidad. “Nos cambió la vida, todo el tiempo andábamos juntos. Lo bueno es que todos me ayudan, somos muy unidos. Las niñas fueron al psicólogo porque les ha costado mucho”, añade.
La madre asegura que la pequeña de 6 años “dice que odia a Chávez porque sabe que él es quien tiene preso a su papá. Todas las noches me repite que lo quiere en la casa, como sus amiguitas”.
La mayor de las niñas, quien cuenta ahora con 19 años, quedó embarazada a los pocos años de la detención de su padre. “Se alejó de nosotros, andaba mucho en la calle. Cuando salió embarazada, decía que eso le pasó porque su papá está preso, pero ya ha aceptado la situación y ahora vive con su esposo e hija”, revela su mamá.
Democracia pisoteada
Salazar agradece la atención que les han brindado los medios de comunicación a los detenidos por los sucesos del 11A; sin embargo, no expresa lo mismo por los políticos. “Ellos no hacen nada por nosotros, sólo luchan por su bienestar. Al policía nadie lo quiere, pero todo el mundo lo necesita”, agrega.
También manifiesta tener esperanzas a pesar de que sabe que, con Chávez en el poder, no será puesto en libertad. “No nací aquí ni moriré aquí. No creo que este Gobierno tenga la delicadeza de sacarnos de aquí porque, manteniéndonos presos, intenta demostrar que se hizo justicia, pero el pueblo sabe la verdad”, dice.
Su esposa tampoco pierde la fe, pero afirma que “Chávez la agarró muy fuerte contra ellos, los pisa y hace con ellos lo que le da la gana. Si tuviera la oportunidad de hablar con él, le diría que seguiremos adelante y que ellos no tienen que bajarle la cabeza porque no hicieron nada… El tiempo de Dios existe y es perfecto”.
¿Y el derecho a la salud?
Salazar es hipertenso y tiene una válvula del corazón obstruida. En reiteradas oportunidades, ha sufrido arritmias que incluso le han dificultado caminar y, a pesar de que ha solicitado ser asistido por un médico, no recibe respuestas de parte del tribunal. “Con tantas cosas que hemos vivido aquí, ya ni siquiera pedimos traslado porque sabemos que no nos van a hacer caso a menos de que sea una emergencia”, dice el interno. Su esposa coincide con él y manifiesta estar preocupada porque “para lo que es la enfermedad, no tiene el control que debería”.
“Si hubiese sabido que me iba a meter en este problema, lo hubiese pensado dos veces antes de ser policía”
Arube Pérez Salazar
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