miércoles, 3 de noviembre de 2010

La Maternidad se convirtió en su casa

Por: Patty Fuentes Gimón

Faltaban sólo 15 días para que alcanzara la mayoría de edad. Poco más de un mes antes había dado a luz a una niña en la Maternidad Concepción Palacios. El parto parecía haberse desarrollado con total normalidad, pero ese 2 de junio de 1998 una hemorragia la obligó a regresar al hospital, lugar que desde entonces se convirtió en su hogar.

“Cuarenta días después del parto, la llevé a la Maternidad para que le hicieran un curetaje. Los médicos la pusieron por el suelo y no la atendieron hasta que se desangró y le dio un shock hipovolémico. Cuando la anestesiaron, quedó en estado vegetal”, relata Hilda González, madre de Angie Yecerra.

Han transcurrido doce años; doce años en los que esta familia no ha recibido ningún tipo de atención por parte de los doctores del hospital y, mucho menos, del Estado.

“Aquí estamos cada día más decepcionados del Gobierno y de que cada vez va pasando más y más tiempo sin que veamos resultados. No nos dan prioridad en nada, somos como lo último que quedó en la sociedad. Nos dañaron nuestra humanidad, nuestros sentimientos y nuestra familia. Años nuevos van y vienen, y uno aquí metido”, lamenta González.

La madre admite estar cansada de denunciar en instancias gubernamentales; sin embargo, asegura que no se quedará tranquila hasta que no se haga justicia.

“Hemos protestado y hecho pancartas, hemos ido a la Asamblea, a Miraflores, a la Vicepresidencia, a la Fiscalía… a todos lados. Mi carpeta ya es un expediente que pica y se extiende. He agotado todos los recursos”, añade.

ADEMÁS, DAMNIFICADOS
La familia de Angie Yecerra ahora vive en la Maternidad, en una sala frente a la habitación de la paciente, para poder atenderla. “Vivo en son de damnificada, con mi esposo y mi hijo de diez años en el área de emergencia. El hijo de Angie vive con su abuela en Guatire. Mi marido sale a trabajar todos los días con materiales de construcción para poder comprarle la comida y todo lo que Angie necesite. Si esto no es una emergencia, ¿cómo se llama?”, se pregunta González.

Para ella, trasladar a su hija a otro centro hospitalario no es una opción viable. “De aquí debe irse a una casa que me den porque desde que cayó en este cuadro clínico perdí toda posibilidad de tener vivienda. Lo poco que he podido adquirir lo he gastado en su salud (fisioterapia, pañales, sábanas, etc.). Si aquí pa’ que la atiendan cuesta Dios y su ayuda, siendo todo esto responsabilidad de la misma institución, en otro hospital se me muere la muchacha”, estima.

La idea de la madre es que le otorguen una vivienda y le brinden atención y rehabilitación para su hija, pero según cuenta, le han cerrado las puertas.

“En la misma institución, aparte de quebrantar nuestros Derechos Humanos, se han encargado de decir que a mi hija no le hace falta nada y que económicamente estamos bien. Eso es mentira. Además, deben atendernos porque en el expediente está acentuado que fue mala praxis médica. La mayoría del equipo médico renunció”, señala.

González reconoce que el doctor Enrique Abache ha sido el único que al menos la ha escuchado. “Él se reúne conmigo abajo, pero jamás ha subido a la habitación de Angie.. Abache nos ha atendido con la mayor amabilidad, pero no se ha avocado a lo que estamos pasando ni a lo que estamos exigiendo”, agrega.

La mamá de Angie también denuncia que desde el pasado jueves están remodelando en el piso 3 de la Maternidad y el ruido no deja descansar a su hija. “Están tumbando los baños y nosotros aquí tragando polvo, malos olores y cemento. Para ellos, somos un cero a la izquierda”, expresa.

MADRE Y ENFERMERA
La mamá de Angie Yecerra debe ocuparse de las atenciones médicas de su hija. “Como las enfermeras saben que uno está aquí siempre con ella, el grupo de la mañana la baña y le da desayuno, pero en la tarde por aquí no pasa ni la brisa. En la noche, la maternidad se convierte en el hospital del terror: sólo pasan fantasmas y gatos. Cuando me acuesto a reposar, me dejan a la muchacha sin cambiármela. Les pagan por estar aquí, nada más riéndose al final del pasillo y tomando café. ¿Será que me tengo que poner abajo del hospital con la muchacha en su cama hasta que me atienda el Presidente de la República?”, se pregunta.

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